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Un concierto en la prisión

This photos were taken in Olmos Penitentiary, near La Plata in Buenos Aires.
Gustavo Cordera y La Caravana Mágica gave a show for the people of the evangelist pavilion and prisoners of good behavior. Three hours of rock and a lapse of freedom for those who are deprived of it.
Nos habían dicho que teníamos que estar en el Penal de Lisandro Olmos aproximadamente a las 2 de la tarde, pero la ansiedad era tal, que decidimos ir un rato antes así le sacábamos la ficha al lugar. Sin dudas, ir a tomar fotografías a una cárcel, no es algo de todos los días, más aún, sabiendo que es uno de los peores lugares donde puede terminar una persona.
Transitando la Avenida 44, a las afueras de la ciudad de la Plata, se puede ver a la distancia el perfil elevado del Penal, todo un símbolo cargado de oscuro y triste significado. Frenamos un instante el auto sobre la ruta, nos pusimos a mirar “la torre” y las palpitaciones ya estaban en aumento… imaginate lo que se debe sentir llegando como condenado y saber que estas a 5 minutos de que tu vida comience a transcurrir en una de las cárceles con mayor población de internos de Latinoamérica.
Una vez dentro, los puestos de control, un muro imposible de saltar, las enormes estructuras habitacionales de hierro y hormigón y los policías con armas largas, invitan a bajar la mirada.
A medida que pasan los minutos, la adrenalina comienza a bajar, la respiración se acomoda y uno se adapta a la atmósfera del lugar.
Lo que nos llevó hasta el Penal, fue la realización de un recital de Gustavo Cordera y La Caravana Mágica, una actividad social-cultural programada para los internos evangelistas y con buena conducta.
El lugar elegido para que toque la banda fue el tinglado, que puede funcionar tanto como un espacio deportivo y recreativo,  como un templo.
“Hoy es un día de libertad, que pase esto, no tiene precio!” decía un interno. El recital era anecdótico, lo importante era vivir unas 3 horas diferentes a las de el resto de los días. Iban a saltar, cantar, gritar y hacer pogo, bajo la estricta supervisión de los guardias del Servicio Penitenciario Bonaerense y Directivos del Penal.

Hubo tiempo para charlar y escuchar historias, hacer fotografías y escuchar un poco de rock.
Una vez terminado el recital, los internos volvieron a sus pabellones, los policías y directivos a sus casas y nosotros a las nuestras.
El retorno casi como a la ida, pero aún más en silencio.
La experiencia de tomar fotografías en un Penal, nos dejó infinidad de sensaciones, preguntas y la afirmación que es necesaria la presencia del Estado Nacional en formato de actividades culturales, sociales y deportivas en todos los barrios para niños y jóvenes puedan desarrollarse de forma individual y colectiva.
[Material de Archivo. 28 de Julio de 2015]

Texto por Axel Hochegger.
Un concierto en la prisión
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