Iwia era un demonio terrible. Atrapaba a los shuares en una enorme shigra y después se los comía. Así atrapó a los padres de Etsa.

Iwia sabía que Etsa era un niño muy poderoso. Por eso decidió quedarse con él. Durante mucho tiempo, Etsa creyó que Iwia era su padre.

Cuando Etsa fue mayor, cazaba para alimentarlo. El apetito del demonio era insaciable y siempre quería más comida. Cada día, el joven Etsa le llevaba a su supuesto padre la shigra llena de pájaros del bosque.

Hasta que una mañana llegó a la selva y la encontró en silencio. Ni una sola ave cantaba. No se veían
sus hermosos colores por ninguna parte. Nada se movía entre el follaje de los árboles. -¿Dónde están los pájaros?- se preguntó.

Caminó por toda la selva y no encontró ninguno. Ni en la copa del árbol más alto. Ni en las márgenes del río. Ni escondidos en los troncos. Por dondequiera que buscaba solo veía nidos vacíos.

En eso vio a Yápankam, la paloma. Era la única que quedaba en la selva.

-¿Me vas a matar a mí también?- le preguntó Yápankam.

- ¡No! - le respondió Etsa–. Parece que ya he matado todos los otros pájaros.

Etsa se sentía tan culpable que no tuvo fuerzas y cayó al suelo.

Yápankam voló hasta él y se posó en su hombro. Tanto rato estuvieron juntos que se hicieron amigos. Por largo tiempo estuvo Etsa en silencio, meditando con gran tristeza. Hasta que expresó: -Soy tan malo como mi padre.-

- Iwia no es tu papai- le aclaró lapaloma. Iwia es un demonio que devoró a tus padres, como a tantos otros shuares. Los ojos de Etsa se llenaron de lágrimas.Sentía mucho dolor por lo que Iwia había hecho. Y sentía mucha pena por los pájaros.

-Tú eres muy poderoso, joven Etsa- loconsoló Yápankam–. Nada puedes hacer por tus padres, pero sí puedes salvar a los pájaros de la selva.
-¿Cómo así?- preguntó el cazador.

- Introduce en tu cerbatana las plumas de los pájaros y sopla a través de ella.

Etsa corrió por todo el bosque y recolectó plumas de todas las especies. Majestuosas plumas de hoacín, coloridas plumas de tucanes y guacamayos, diminutas plumas de colibríes… Las reunió todas en una suave montaña multicolor.

Y luego comenzó a soplar la cerbatana. De la punta de su arma salieron águilas, gavilanes, halcones, patos, garzas, ibis, gallinazos, elanios, caracaras, chachalacas, gallaretas, carraos, patiamarillos, lechuzas, andarríos, piqueros, palomas, tórtolas, carpinteros, pinzones, cardenales, jilgueros, gorriones, pericos, loros, cuclillos...

Y así Etsa le devolvió los pájaros a la selva. Así reparó su daño. Y nunca más volvió a cazar para el demonio Iwia.