Tonta, pobre, fácil, perro, doble, bruta, torpe y mil adjetivos más, suelen rodear los imaginarios que tenemos sobre otras personas, es más, millones deben ser los prejuicios que otros tienen sobre nosotros y que sin quererlo, nos hacen tropezar en nuestro camino; nos bloquean y pretenden hacernos vivir en un pasado lleno de barrotes y muros. No se trata de negar las situaciones que causaron el que las personas nos pusieran dichas etiquetas, algunas quizás hasta justificadas, esto se trata de enfocarnos en un presente libre de cadenas y grilletes mentales; de dejar atrás los errores o los escenarios en los que nos marcaron esas palabras y renunciar sin dudarlo, a esas marcas hirientes y esclavizantes, con la que los demás pretenden hacernos vivir, pedir perdón si fuimos los que herimos y decidir ser mejor persona. Botar a la basura las etiquetas y llenar la caneca con lo que no me aporta, así otros lo piensen de mí. Entre más se ensañen contra nosotros, más debemos entender nuestra identidad y propósito original; de hecho, que mejor que con los prejuicios que tienen en contra de uno, practicar baloncesto oficinístico en la caneca más cercana. Proyecto personal.
PREJUICIOS
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