Señores, busquen al duende - Federico García Lorca

Cuando una morena baila, cuando Belmonte hacía prodigiosas suertes de capa, cuando Velázquez producía, sobre ellos divagaban el ángel y la musa. Pero ellos tenían duende. Sí, señores;  tener duende es lo más caro que puede ofrecer la vida a los intelectuales. El duende es ese misterio magnífico que debe buscarse en la última habitación de la sange.

El ángel ondula sobre la frente, guía y regala; la musa dicta, y en algunas ocasiones sopla. Pero estas cosas vienen del exterior; en cambio, el duende, ¡ah!, el duende, amigos, está en uno, en la sangre, en el alma. Muchas personalidades han escrito cosas soberbias pero no siempre han tenido duende. Cervantes tuvo un duende gigante, pero con tanta serenidad, que aparecía a la consideración popular exactamente como si no lo hubiera tenido nunca.

Esas cosas aparecen como descalabradas en los poetas modernistas, son esfuerzos en procura del duende. Hay que buscar el duende;  sin él habrá cosas buenas en la vida, pero no tan magníficas como teniéndole. Ése es el secreto del arte: tener duende…
El Duende
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