Estaba sentada en medio de la nada, una nada que al haber parpadeado cambiaba. Parecía que todo era volátil, rápido y de colores intensos… y por haber cerrar los ojos en un instante, todo se había trocado, esa nada se había convertido en algo lúgubre y lento. Cada imagen, cada palabra transportaba a algo distinto y ni que decir de aquel hombre, o bueno de aquellos hombres.
Entonces empezó la huida, corrían detrás de mí, no entendía por qué pero aun así corría con todas mis fuerzas, de inmediato alguien me atrapó, me atrapó con su mirada tan profunda, con su piel clara y suave, piel que me arropó y envolvió, sintiéndome así tranquila sin nada que temer. Aquellos hombres habían desaparecido mientras yo con simple libertad escuchaba dulces melodías y volvía a sentir la presencia del color. No importó nada a pesar que aquella criatura, salvaje y hambrienta había podido saborearme, era yo y nada más, con miedos y por muchas pesadillas más que salvar.
