Chavela. 365 días, 365 hechos | Anuario 2014
Necesitamos fijar límites, fronteras que cuantifiquen logros y derrotas. Este es un ejemplo más, otra botella arrojada al agua, un ambicioso intento de pinchar las alas al escurridizo tiempo y así fijarlo en la pizarra de corcho, inmovilizarlo, detenerlo, medirlo, aún con la certeza de que lo ahora visto no es más que la pasajera representación de algo que fue y ya no es ni será.
El presente es futuro muerto,
presencia imperceptible, abstracta e inmaterializable. Decir presente equivale a decir la nada. Un hecho virtual, la excusa para citar un tiempo pasado o futuro, una referencia temporal imprecisa, un tiempo verbal. Como humanos e imperfectos, la inseguridad de existir nos lleva a creer que somos parte de un mundo en directo, ignorantes de que nuestra única certeza es lo dejado atrás.
Es aquí donde el pasado y este efímero presente se encuentran. En un momento preciso y específico, en un espacio de tiempo determinado por los días transcurridos entre el 1 de enero y el 31 de diciembre del año 2014.Una vertiginosa sucesión de episodios que avanzan cronólogicamente ordenados y acompañados siempre de Chavela, mi hija, en sus pasos y en su gastado calzado a modo de contrapunto y parte integradora en el relato.
Este formato Anuario concentra lo más relevante del año 2014. Con base en una fórmula central de 365 días, 365 hechos. Una natural sucesión de episodios que van desde la anécdota periodística a el dato político, de la noticia internacional a la curiosidad local. Todos elegidos con la carga de subjetividad que consideré conveniente, eludiendo lo azaroso y casual. Una mirada parcial de los acontecimientos; propia, sesgada y personal.
Jerarquizada de acuerdo a lo que en ese momento creí merecía fuese considerado valioso o trascendente para un futuro o en tal caso pudiera transformarse con el tiempo en una especie de testamento a heredar, de una óptica específica de ver las cosas, de un tipo específico en el mundo, que en este caso soy yo, su padre.
Y desde esa certeza de tiempo fugaz que liberado se hará olvido, brota una necesidad imperiosa de evitarlo. Para ello, el recurso de asirse a la memoria escrita, a la palabra indeleble como antídoto, como presagio y marca reflejo, como instrumento recordatorio de un momento de la vida en donde Chavela con 3 y yo con 35 años, mirábamos urgentes y extasiados la claraboya del futuro.
Entonces, es ahora, que yo, parado aquí desde este tiempo, desde este año 2014, oculto, sigiloso y protector, voy tras sus pasos, gráfica y literalmente; tomo nota, recuerdo y reviso; atravieso este tramo de tiempo persiguiendo sus pequeñas huellas, esquivando los mismos charcos, recordando sus pasos que no irán atrás, en un intento a contracorriente de evitar que el presente devenido en pasado, rápidamente olvide el recuerdo.
YVH, 2014
