Única carta
 
Estimado hace días tengo una esencial necesidad de comunicarme con usted, no he podido detenerme frente a un papel por falta de tiempo, pasa y me encuentra ocupado a cada momento, no quiero que entienda que mi tardanza se relaciona a la falta de interés, de ser así no seguiría esta carta y mucho menos explicaría por qué no lo he hecho antes. Últimamente carezco de imaginación y los pocos segundos que destino a pensar lo hago desde mi sinceridad. Me cuesta seguir estas líneas con claridad, me cuesta escribir tanto como hablar, me olvide los principios del discurso y carezco de adjetivos. No tengo la capacidad de sobrellevar el miedo, este se traslada a cada acto, disculpe no es por falta de coherencia que no coloque los puntos y aparte, me aterra no poder continuar. Quisiera haber empezado haciendo la cantidad de preguntas que me rodean sobre cómo es todo allá, pero las hare luego. Tengo la certeza de que se recuerdan más las últimas palabras, siendo las primeras respuestas. Mi desesperadas ganas me urgen a la necesidad de que inicies con un  bien ante todo lo demás. No por miedo a que no lo este, solo para leerlo y creer que puede suceder. Hace unos días, no recuerdo precisamente cuanto, creí verte pasar por la única ventana, me sobresalte, me contente, me llené y a los dos segundos me sentí o mejor deje de sentirme. Me recosté en el piso esperando las respuestas de mi imaginación pero luche con la racionalidad de que quizá estabas cerca o pasabas por tus verduras y mi sensibilidad visual fue capaz de registrar tus pasos. Desistí de todas las opciones, solo tenía ganas de que pases por la ventana y por eso lo  creí así. El martes comimos, lo digo en plural pero no puedo asegurar que comiera alguien más, no es que todos los otros días no lo hagamos, perdón, haga este vocabulario de comunidad, donde a todos nos afecta todo, entonces te contaba que no es que me alimente solo los martes, solo ese día lo sentí sabroso y quizá por eso verdadero, realmente comí. Pude sentir cada trozo pasar por mi garganta, en ese momento me cuestione la poca conciencia que tenemos al hacer lo que las necesidades nos imponen. Me concentre tanto en cómo iba recorriendo mi cuerpo por dentro que pensé que se estaba equivocando, iba a ir por otro lado esta vez y realmente estaría cerca del abismo que todos los días invento. Una vez más imaginando las muertes más insólitas me retruque y deduje que un miga de pan era incapaz de equivocarse. Ahora que digo pan recuerdas las veces que te conté que de chico pasaba horas enfrente del canario de Felipe dándole minúsculas miguillas, esperando de que una vez por todas deje de chillar, esperando verlo explotar pero solo murió. Me dijeron que era común que tenga recuerdos y me llene de ellos, acá no hacemos más que nada, nos dejan poco tiempo para entender que realmente estamos viviendo y descubrí que es porque en ese mismo momento uno colapsa. No te quiero asustar pero trata de pensar menos en el movimiento de tus pasos en el momento de andar, de lo contrario te preguntaras a cada músculo por contraer si realmente está pasando y si bien el avanzar te grita la verdad empezaras a  dudar de todo el contexto, quien te dice que no forma parte del juego de realidad. Acá es todo tan monótono que no te atreves a pensar si estas avanzando, girando o ni siquiera mueves un músculo. Lo que sabes es que estas ocupado, entonces no hay tiempo para nada. Está lloviendo al parecer las gotas son bien gordas, de esas que al caer en tus zapatillas de lona las inundan, dudo en si llueve o quiero que llueva e inunde mis zapatillas y por eso lo escribo, como si ello me llenara de poderes para que realmente suceda ¿y sabes qué? En este momento estoy bien mojado caminando por esa avenida siempre divertida, a punto de saltar sobre un charco que no tiene agua y darle la mano a quien le escribo que no existe. Ya es hora de seguir haciendo algo más, solo espero que respondas en la inmediatez, ya que me encuentro nervioso por saber quién eres y no te enojes por la demora, como dicen siempre acá no hay tiempo libre, no hay tiempo. Te quiero. Ernesto, no recuerdo mi nombre en este momento, disculpa el atropello quizá sea Roberto.
 
Autora: Magalí Ceballos
El amor no
 
“Hoy no puedo darte lo que esperas. No estoy segura de haber cerrado cosas, realmente no sé si se tienen que cerrar, el tiempo se encargara o simplemente seguirán abiertas hasta que venga un marciano y me explique en detalle la lista de cosas a llevar a cabo para sentirte preparada. El hecho es que hoy no puedo. No me estoy echando atrás, ni mucho menos justificando, solo expresando lo que estoy sintiendo en este momento, ahora.”
 Eso dije mientras miraba su rostro deformándose a causa de un fracaso no existente, no pudo entender que las cosas no funcionan por solo presentarse, no se animó a decirme lo que pensaba de frente, espero a irse para hacerlo mensaje. No puedo recordar en detalle y si lo hago no sería capaz de reproducirlo, la mente de uno en un estado de calentura es capaz de construir el terrorismo literario, se dice para después arrepentirse como si fuera una cadena de baño donde la mierda se va al apretarlo y después todo está más claro, desde ya nadie piensa hacia dónde va todo eso, nadie piensa en los caños.
 No me desentendí del mensaje recorrí cada palabra y me pare encima, por debajo y solo en algunas encaje perfecta. Lo que estaba por suceder eran los síntomas de cualquier muerte, el problema es que no existía víctima. El problema son las palabras, como llamamos a las cosas que no son una ni otra, no era amor, quizá algo de cariño pero tampoco hablábamos solo de sexo, entonces nos enfocamos en lo grande, era amor y  estaba muriendo, o bien estábamos descubriendo que nunca lo fue. Decidí no contestar sus mensajes, decidí correrme, hasta que después de tiempo supe que eso era al fin lo que pensé que no. 
 
Autora: Magalí Ceballos
 
El no día
 
Esta vez es distinto y déjeme explicarle no es el mismo distinto de aquella mañana que me lo cruce y me recordó que es mi frase y al fin todo termina siendo igual. Distinto, más distinto que lo distinto, desde otra lado viene hacia otro lado va, no es raro, ni imposible, no tiene alas tampoco duele. Esta vez querido amigo es porque así tiene que ser, si ya se no he de creer en el destino pero vaya que eso de las horas me ha sorprendido, no estoy entendiendo mucho pero algo pasa y así quiero que sea, hasta acá mi discurso ha de repetirse en palabras pero vea usted que se anteponen negativos a las letras que han de ser el significado lunfardo de lo que sucede.
 Paso a contarle, desperté como todo los días algo malhumorado, con esas ganas de estar donde uno ni siquiera sabe dónde es, me levante despacio y emprendí el día, el café, el baño, la ropa, el lampazo, las llaves, el auto, los gritos, el agua, la oficina, la rutina, el diario esta vez decía más de lo que no están y menos de cómo mejorar, Marta seguía sin responder y yo con los mismos zapatos. Me empape de papeles, aroma amarillo y de tinta derramada, me acomode la corbata inexistente de mí no traje y levante sin saber para qué.
 
 Amigo usted no sabe lo que sigue y solo deje que lo sorprende, no recuerdo cómo es que salí del cubo gris que me mantiene, tampoco lo que dije, ni que sentí, camine sin reconocer lugares, sin emocionarme en esa esquina, sin saludar a José, no pase por mi almuerzo, no iba por unos zapatos nuevos, caminaba y me iba despojando de mí no existencia, deje sentado en la plaza del mercado mí no amor, en el puente las no ganas, a la vuelta la no realidad, más lejos las no verdades, el no ser, la no vida y seguí me senté sin motivo aparente frente a un lago que si existe, mire el agua hasta recostarme y pasar al cielo, recordé de niño mirar las nubes, pero esta vez deje derretir la mirada en el sol del mediodía. Usted entiendo lo que le estoy diciendo? ya se lo he dejado atónito no ha de poder creer lo sucedido, ha de ser realmente distinto, dígame algo por favor, le paso lo mismo?, me escucha amigo mío?, ya se no piensa que es distinto y por es no sabe qué decir, le juro estimado no ha de ser igual que aquellas veces.
 
 Eugenio se despojó de todo lo que no ocurría en un día que nunca existió y se lo contó al amigo que nunca encontró.
 
Autora: Magalí Ceballos
Vamos siendo

 No importaba si estaba frio, llovía o el sol saturaba la escena, cansada de las diferentes teorías que apoyan a los cobardes, se vistió y fue. En el viaje se propuso jugar a la mente en blanco. Había leído un par de libros que alimentaban finales de historietas un poco dramáticas, ello no sería de ayuda para continuar.
 Las primeras horas se sintió sedada de paisaje, el papel tenía un poco de color pero no se atrevía a dibujar nada. Se acercaba la noche y el estímulo del sueño amagaba a jugar a las preguntas ambiguas con el insomnio, se sintió vencida ante la caída de las primeras gotas y la pregunta se escuchó en voz de un joven de pie
 -¿qué hace acá?
- es que acaso no hago lo mismo que usted, viajo. Respondió atajando todo el pensamiento
- yo no viajo yo voy ¿usted va o está volviendo? 
Un poco confundida dijo: creo que voy pero voy a estar volviendo.
- Si no entiendo mal usted está siendo ¿cómo se atreve sin haber llegado asegurar el regreso?
- No lo aseguro, pero dicen que uno siempre vuelve, a donde no sé, pero vuelve.
- Eso sucede cuando uno se halla y de ahí no debería marcharse, aún no encontré donde volver pero voy yendo. 
- Me encantaría seguir este vaivén de lo que no sabemos pero le confieso estoy muy cansada y me gustaría que el viaje se acorte con un par de sueños sin sentidos.
 Tenía la capacidad de unir lo sutil con la ironía, se recostó esperando ser atrapada por alguna incoherencia, como salir del supermercado y estar en medio del desierto bailando el ula-ula con una serpiente enroscada. El joven por aburrido la había colapsado, ¿cómo cuestionar ciertas cosas arriba de un colectivo? pensaba, ¿y por qué no? ¿Acaso las profundidades tienen un lugar para ser tocadas? Seguía sin rastros de bostezos, se paró, lo busco entre las butacas (él miraba por la ventanilla) y sin tocarle el hombro le pregunto:
 – ¿qué es para usted ser?
– no podría describirlo, pero en este momento está pasando. Dijo sin dejar de observar la oscuridad y un poco tímido
Volvió a su asiento con ausencias de certezas y la mente hecha pregunta, intento acomodar tanto bullicio, me dijo que estoy siendo y ahora está pasando y yo estoy yendo y no aseguro regresar aunque se diga que todo vuelve. Silencio. Espera, (se dijo a ella misma intentando parar la avalancha de pensamientos), también dicen que todo pasa y no siempre resulta, entonces ¿estaré siendo porque estoy yendo? Entre tantos verbos dejo descansar los músculos de su mandíbula y aflojo los ojos para interrumpir tanta acción con el sueño.
- Señorita, señorita hemos llegado a destino
- Destino, ¿qué destino? (aun dormitando)
- El que usted eligió dijo el chofer algo confundido
Trato de acomodar su cabeza, ya no los pensamientos, solo el pelo, refregó sus ojos como si eso le retirara la cara de dormida, busco su bolso, miró la butaca, no quería olvidar nada. Descendió y nunca más volvió.
 
Autora: Magalí Ceballos
El misterio de las medias pérdidas
 
   Era un sábado gris de esos que te agotan con solo estar parada mirando algo verde. Me desperté a las ocho AM, poco común para alguien de veinticuatro años, en si poco común para lo gris. Fui hasta la cocina por una café con la expectativa de desayunar en la cama viendo un que otro programa, amontone los almohadas y almohadones como respaldo, recolecte la colección de controles, el celular, me acerque a Beauvoir por si no encontraba un canal de interés y empecé con mi aventura de señorita apantuflada.
  
   Entretenida con el zapping mañanero (no enganchas nada decente, más que algo de cocina o alguna entrevista interesante pero de los noventa) pensaba en el poco sentido de apretar un botón de manera continua esperando inconscientemente un milagro que no iba a suceder. Decidí ponerle adrenalina a la mañana. Me rete a  apretar unas diecisiete veces “el botón”, donde caía debía dejar y prestar atención. Esto implica una concentración de otro planeta, obviar a uno y su percepción selectiva.
Ansiosa pensaba ¿qué aprenderé de nuevo? (casi todo de lo anterior debe leerse con un tono de ironía de alguien que un sábado tiene las medias arriba de las calzas, disculpen por la imagen). Okey,  sigan con el mismo tono. La odisea consistía en dirigir mi plena atención a un programa de madres exprés. De esos que muestran que las mujeres no somos totalmente inútiles con las manualidades para el hogar, esta vez Mary nos enseñaba a diseñar  una “útil y bellísima” bolsa para poner la ropa interior (Mary un gusto conocerte pero eso de guardar la ropa interior en una bolsa de tela implica un paso más, algo más que lavar para la madre exprés, además el diseño me hace acordar al repasador de doña Petrona).
Mientras yo pensaba en que jamás iba a hacer algo por el estilo pero no quería perder mi propio juego salió de la señora exprés una verdad irrefutable; mostraba las funciones, perdón, la única función de su invento  mientras guardaba algunas bombachas y pares de medías y dijo con humor “con esto no aseguramos que deje usted de extraviar sus medias” aparte de creer que todo lo que había hecho en media hora no tenía sentido, desistí del azar y me encomendé a descubrir el misterio de la media perdida.
    ¿Cómo era posible esto de los juegos impares? ¿Dónde se escondían cada una de ellas? ¿A quién no le sucede? Nunca tuve una de esas útil bolsitas ¿quién si, tiene todos sus pares en orden? Acompañadas a la ola de cuestiones se escuchaba de fondo a Silvio decir algo así:
“¿acaso nunca vuelven a ser algo? 
 ¿Acaso se van? 
 ¿Y a dónde van? 
 ¿Adónde van? ”
   Volviendo a mis medías sin su doble unas existencialistas, saque todo del placard. Empecé por el cajón de la ropa íntima, era de esperar encontré seis solteronas de doce (de los seis pares restantes, cuatro eran a estrenar) a partir de tal descubrimiento se estiraba el mapa de acción, faltaban seis medias, eran las nueve menos cuarto y yo tenía que entretenerme.
   No les miento cuando digo que encontré de todo, como una carta que había escrito a los seis años a un tal Iván (otro misterio), un par de sahumerios ya sin olor, un rosario súper fiestero, una mini linterna, un montón de botoncitos, mi percha favorita atrás de tanta caja, unas zapas re-copadas que no sabía que tenía, el anillo que se me perdió hace 3 años, unos cancanes de no sé qué época (hoy hasta la palabra me hace transpirar), me hice como 20 pesos en monedas chiquitas, la bufanda de quien juré no volver a nombrar ( somos así de “sectarias”), dos medías más, pero ninguna correspondía a las antes mencionadas, ahora buscábamos (maldita costumbre de no captar mi individualidad) ocho medias.
 
   El ropero ya estaba en orden, todo parecía llevar la odisea a otros muebles y rincones. Y volviendo empático el misterio me puse en la mente de una media ¿dónde me puedo extraviar? nada alrededor del lavarropas, no le hacían compañía a las pelusas bajo la cama, tampoco estaban en la cantidad de cajones que me invaden, con los cubiertos no (que se yo, todo puede pasar cuando vivís sola), no había ropa sucia.
 
   Me senté abatida  frente a la compu, habían pasado dos horas de búsqueda (y limpieza) y nada. Era muy poco probable la hipótesis de haberlas olvidado en alguna casa ajena, es real que uno cuando duerme suele despojarse de ellas, pero cuando se levanta y más si esta en cama ajena se las vuelve a poner (más allá del momento incomodó de buscarla, peor es no encontrar tu bombacha. Si papá, no soy  virgen) entonces medias en otras casas no era la opción. Mudanzas, hace 3 años vivo acá y tanto no me duran las medias, no soy fan de las manualidades por lo que era poco probable, imposible, que las haya usado para algo así como un muñeco.
 
   Bien, no había opción más que aceptar que cada una de ellas tenía una razón para partir, ¿a dónde? no lo sabremos, son reservadas. Aseguro la que quedo sabe el porqué de la huida pero aún no estoy apta para dialogar con medias por lo que dejare de lado el por qué y a dónde (las opciones pueden ser tantas como las de uno, cada una su historia). Frente a la realidad de mis 8 medias sin su doble, decidí camuflarlas de la mejor manera, conjugando colores, puntitos, rayas o lisas, quedando 4 pares espero que la vez que me encuentren buscándolas entre sus sabanas no se trate de ellas.
 
   De todas formas quiero decir que estoy desempeñando una nueva ley para que las mismas no sean discriminadas, ya que solo suele usarse cuando es casi imposible su visibilidad y no debería ser así, encima de haber quedado sin su par, son motivo de burlas, insinuación de ridiculez y lo que va más allá nos culpan de desordenados cuando en realidad uno quiere darle más vida. No sé ustedes pero yo hoy brindo por el olvido y su misterio perpetúo.
 
Autora: Magalí Ceballos
La realidad es parte del imaginario y viceversa
 
Estimados me es de importancia absoluta llegar a ustedes. La relevancia no es mi nombre ni profesión, quizá si este relacionado de dónde vengo y no es de otro lado más que de acá. Usted, usted también y claro señora que la sumo están en el mismo lugar, estamos acá, ¿estamos todos de acuerdo? de seguro estamos todos de acuerdo. Ahora bien, ¿quién de todos es capaz de explicar este acuerdo tan multitudinario? usted, si el señor del bigote, si, si... ¿usted es capaz de decir que la señorita de su lado izquierdo está realmente a su lado y en este preciso momento está convirtiéndose en una manzana su rostro? ajá usted piensa que eso está sucediendo, yo también pienso lo mismo y es eso lo que nos hace creer en que esto sucede. Cuando algo está pasando está siendo real. Ahora bien, ¿quién nos asegura que cada uno de nosotros formamos parte de esta realidad que sucede y no formamos parte de la imaginación de algunos o de la de uno mismo? algo así como “hola soy Agusto y vengo de la imaginación de Estefanía García, mi rol es todos los días cruzarla a la salida de su trabajo” a la vez Estefanía nos dice que viene de la imaginación de Ramón y que su función es comprarle todos los martes un ramo de jazmines. Nos termina asegurando la existencia real de aquel vendedor de flores. Nos encontramos con Ramón y jura formar parte de la mente de aquella señorita compradora de flores que no existen y que no son los martes si no los júpiter. Disculpen por tomar un poco de su tiempo real, me despido diciendo que mi nombre es Santiago y mi profesión depende de la imaginación de cada uno de ustedes, que tengan buenas tardes.
 
Autora: Magalí Ceballos
Cuentos Cortos
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Cuentos Cortos

Cuentos cortos que juegan con lo cotidiano y lo imaginario.

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