Rodolfo Bolaños's profile

Mosca posada sobre el bigote de un místico pintor

"Diario de un genio" Salvador Dalí.
<<Me vi obligado a interrumprime por culpa de un enjambre de grandes moscas que el hedor del cadáver del pez había atraído. Las moscas volaban de la podredumbre a mi rostro y a mis manos, obligándome a redoblar la atención y la habilidad, puesto que, además de las dificultades inherentes a mi trabajo, debía permanecer insensible a sus picadas y proseguir imperturbable la tarea de perfilar un rasgo, o contornear sin pestañear una escama en la que precisamente una mosca, presa del frenesí, había quedado atrapada. Otra mosca se emperraba en posarse en la grieta de mis labios. Sólo podía alejarla moviendo las comisuras de los labios a pequeños intervalos, haciendo un rictus violento pero lo bastante armónico como para no interferir en las pinceladas que daba mientras contenía la respiración. A veces, incluso, retenía el insecto, sin hacer el menor intento de alejarlo, hasta que me daba cuenta de que se debatía encima de mi grieta.
Por consiguiente, no fue este prodigioso martirio lo que me obligó a detenerme, ya que, por el contrario, el problema sobrehumano de pintar así, devorado por las moscas, me fascinaba y me llevaba a realizar prodigiosas desgtrezas que no hubiera sido capaz de hacer sin ellas; ¡no!, lo que me decidió fue el olor a pez, tan hediondo que a punto estuve de vomitar el desayuno. Me vi obligado a alejar el modelo, y empecé a pintar mi Cristo, pero al momento todas las moscas, hasta entonces repartidas entre el pez volador y yo, se concentraron sobre mi piel. Yo estaba completamente desnudo y tenía el cuerpo rociado con el contenido de una botella de fijador que se había derramado. Supongo que era este líquido lo que las atraía, pues soy de natural más bien limpio. Cubierto de moscas, seguí pintando cada vez mejor, defendiendo mi costra con la lengua y el aliento. Con la lengua humedecía y sostenía la película exterior que parecía a punto de despegarse. Con mi aliento, la secaba, adaptando mis aspiraciones al ritmo de mis pinceladas. La costra estaba muy seca, y la intervención de la lengua no hubiera bastado para despegar una fina lámina, si no me hubiera ayudado de una mueca muy convulsiva. ¡Lo curioso del caso es que esta fina lámina poseía exactamente la calidad de una escama! Repitiendo la operación al infinito, llegaría a desprender de mi cuerpo cantidades inmesas de escamas de pez. Mi grieta era una auténtica cantera de escamas parecidas a la mica. En el momento en que quitaba una, nacía otra nueva inmediatamente en la comisura de los labios.
He escupido la primera escama en mi rodilla. Oh, suerte increíble, he tenido la impresión ultrasensible de que me picaba, de que se me pegaba a la carne. De pronto, he dejado de pintar y he cerrado los ojos. He necesitado de todo el dominio de mí mismo para permanecer inmóvil, tantas eran las moscas activísimas que me cubrían el rostro. Angustiado, mi corazón se ha puesto a palpitar a un ritmo acelerado y he comprendido de pronto que me identificaba con mi pescado podrido, del que sentía ya toda la característica rigidez.
¡Oh, Dios mío, me estoy convirtiendo en un pez!, me he puesto a gritar. Dos pruebas de la verosimilitud de esta idea me asaltaron de pronto. La escama de la grieta me escocía la rodilla y se multiplicaba. Sentía que mis muslos, uno tras otro, y mi vientre se cubrían de escamas. Quise gozar intensamente de este prodigio y mantuve los ojos cerrados durante un cuarto de hora. Ahora, me dije todavía incrédulo, voy a abrir los ojos y me encontraré convertido en un pez. Estaba bañado en sudor, y la tibieza del sol poniente inundaba mi cuerpo. Finalmente, levanté los párpados… ¡Oh! ¡Estaba cubierto de escamas fulgurantes”. Pero al momento comprendí el motivo: no eran más que las salpicaduras secas de mi fijador cristalizado. Este fue el momento elegido por la criada para hacer su aparición. Me traía la merienda, pan tostado con aceite de oliva. Al verme, resumió la situación:
-¡Está mojado como un pez! ¡Además, no acabo de comprender cómo puede pintar así, crucificado por las moscas!
Me quedé solo, sumergido en mis fantasías hasta el crepúsculo. ¡Oh, Salvador, tu metamorfosis en pez, símbolo del cristianismo, no ha sido, gracias al suplicio de las moscas, más que una forma típicamente daliniana y demencial de identificarte con tu Cristo mientras lo pintabas!>>
Mosca posada sobre el bigote de un místico pintor
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Mosca posada sobre el bigote de un místico pintor

Dibujo a lapicero.

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