En lo profundo del Amazonas, se desplegó ante mí un mundo lleno de vida y misterio que superó con todas mis expectativas. Desde el momento en que mis pies tocaron esta tierra mágica, supe que estaba a punto de embarcarme en un viaje que transformaría mi vida para siempre. Durante años, había soñado con conocer el Amazonas y conectar con las comunidades que llaman a esta selva su hogar. La oportunidad de unirme a la Fundación Terpel para esta aventura significó mucho más que un viaje, fue una oportunidad para contribuir y aprender.

Desde el primer día, la magia del Amazonas me envolvió, envolviéndome en su esencia única y permitiéndome abrir mi mente y mis sentidos de una manera que nunca antes había experimentado. Cada paso que daba a través de su densa vegetación era como un paso hacia lo desconocido, hacia una comprensión más profunda de la conexión entre el hombre y la naturaleza. Pero lo que realmente me impactó fue el encuentro con las comunidades, al sumergirme en sus vidas cotidianas, tuve la oportunidad de comprender sus desafíos, sus alegrías y sus luchas diarias. 

Fue una introspección total, un momento de reflexión en el que me vi obligada a replantearme muchas de mis costumbres, creencias y valores. Sin embargo, también fue un tiempo de acción. Al presenciar de primera mano el impacto positivo de la Fundación Terpel que estaba teniendo en estas comunidades, desde mejorar las condiciones de educación hasta cerrar brechas sociales y desarrollar competencias digitales en niños, niñas y jóvenes, cada pequeño paso que dimos juntos se sintió como un paso hacia un futuro más brillante y lleno de oportunidades para todos.

Mi experiencia en el Amazonas con la Fundación Terpel fue más que un viaje. Fue un viaje de introspección, de conexión profunda con la naturaleza y de apoyo a los demás, el impacto de esta experiencia perdurará en mí para siempre, recordándome la importancia de seguir soñando, explorando y contribuyendo al mundo que nos rodea.