Columna de opinión

Fronteras

Nuestras fronteras pueden ser un contorno donde termina el cuerpo y empieza un espacio. Comienza el otro. Pero hay espacios como en el metro donde parece que no inicia, se trata de una misma masa que no logra separarse, y al llegar al centro de trabajo todos se ven iguales, como si todos hubiésemos salido de una misma máquina de producción en serie.

Hay otro tipo de fronteras como los muros patriarcales, muros silenciosos, un límite trasgredido por generaciones e inconscientes colectivos de naciones hasta hacernos perder el sentido de nuestra fuerza y hacernos creer que somos inferiores al hombre.

Una frontera obliga a una tregua, una partida que no desea ser jugada y se construye un límite divisorio, una violencia activa e inflexible, un montón de piedras donde ya no hay capacidad de diálogo o de convivencia, simplemente, es un cierre, un armazón como el de una tumba, una barrera definitiva e inapelable como es la muerte. 

La rigidez ha sido la muerte del instinto, de ese sexto sentido que tenemos las mujeres para poder decidir y hacer algo más que la exigencia de ser buenas madres o esposas o profesionistas. Se ha dejado a un lado, esa sensibilidad que por tanto tiempo ha estado oculta con patrones establecidos, con ese callar dominante que ha desarrollado al máximo nuestra tolerancia y nos ha llevado al silencio por generaciones. 

Las fronteras representan una separación totalitaria, una imposición y por su naturaleza, tiende a ser expulsada en forma de confrontación y violencia. Aúlla, sale feroz para unir lo que está separado por la rigidez y trasgrede lo que no puede ser quebrantado de otra forma.

Las fronteras ya sean internas o externas, suponen, como lo dice Gloria Anzaldúa, un camino hacia una nueva conciencia, un abandono a la orilla opuesta. 

Sin embargo, esta división creada deberá sanar y mirar a territorios totalmente distintos para nuestros caminos, con un continuo evolutivo que permita una unión entre la fuerza y la sensibilidad, el quebrantamiento de la opresión y la armonía entre lo racional, lo emocional, la vulnerabilidad y el amor por nosotras mismas.