Carolina Bianco's profile

Mezclum polisémico

Un viaje en subte desde Cortázar a destino indefinido
 
Sí, lo reconozco, no importa dónde, ver esrito Rayuela Cortázar me nubla el juicio y, por ende, un titular que contiene “…Celebrando los 50 años de Rayuela” convierte cualquier actividad en una especie de ritual obligatorio y así terminé el jueves 27 de junio en la Usina del arte dispuesta a disfrutar de Reino Crepuscular. Un ojo más objetivo seguramente hubiese vislumbrado el sentido oculto de las palabras Oriente y danza (aunque algún cruel previsor las haya separado estratégicamente en el Acerca de la obra). Si con el titular ya había caído totalmente indefensa, “entrada libre y gratuita” fue el tiro de gracia.
 
La cita era a las 20:00, dieron sala a las 20:20 y una boca maquillada en exceso, después de los obligados agradecimientos, hizo una especie de paralelismo entre Julio y Buda y cito: 
“Así como los budistas dicen que cuando invocan a Buda él también los está iluminando, podemos pensar que hoy Cortázar nos ilumina a nosotros acá que lo estamos invocando”.
 
Bueno, creo que nadie notó la caída de mi mandíbula sorprendida, pero la boca pintada con calzas con flecos (detalle que me estaba guardando) siguió hablando sobre la obra en sí y su relación con Julio para rematarla con un “…relacionándolo con video y danza del vientre” . ¿Dijo danza del vientre? ¿Es legal incluir a Cortázar y a danzas de vientres en la misma oración? ¡No! Debe estar en el primer artículo de la Ley sobre la Prohibición de las Paparruchadas. Seguramente la chica estaba probándose calzas en lugar de asesorarse legalmente así que, sí, había dicho danza del vientre.
 
Durante la siguiente hora disfrutamos de la conjunción de videos filmados en los subtes porteños, música oriental de fondo, fragmentos de textos de Cortázar leídos por una voz en off y una señora odalisca que, frente a la pantalla, hizo cosas tan variadas como, a saber: sacudir su generoso vientre, jugar a que sus manos eran serpientes (efecto distinguible tanto por los movimientos como por los anillos que hacían de ojos), luchar con la nada enredándose y desenredándose un tul en la cabeza y un etcétera que incluye revoleo de trenzas, cambios de vestuario, entradas y salidas de escena con giros y sonrisas seductoras al escaso público.
 
Abrió y cerró el espectáculo un morochito tocando una especie de caparazón de tortuga mutante que sonó muy bien.
 
¿Lo bueno?: A mí los textos de Julio sobre el subte me encantan; a pesar de algún efecto pretencioso de pantalla dividida, el video estaba bien filmado, la edición fue buena: la relación de cada parte de video con el fragmento literario que le daba sentido era clara y la música armónica. Además, la intención de la interdisciplinariedad es rescatable. Rescatable pero…si le ponemos merenguitos a una sopa de verduras no hay intención que valga. Y no nos olvidemos de que el espectáculo fue gratis, otro punto a favor.
Fue interesante la apertura y el cierre musical aunque, después de los aplausos no hubo ni palabras de agradecimiento ni hasta luego al público.
 
Ahora entiendo a mi profesora de Literatura de octavo grado cuando me decía que la obra de Cortázar es inagotable. Si nos puede llevar a transparencias, laúdes, cascabeles y sucundum de caderas, realmente las lecturas son infinitas.
Die Frau ¿ohne Schatten?
 
La aventura del Colón empezó el martes 18 de junio a las 17:30 con la obligada charla pretelón (que para mi jefe fue una mesa de examen, con certificado y todo). En una hora y media Gustavo Fernández Walker resumió la trama de la obra (no faltó el sesgo de su interpretación personal), explicó características interesantes de la misma apoyándose en ejemplos de audio acordes y, por momentos se perdió en detalles cholulos de la relación entre compositor y libretista. Acertadamente, los ejemplos musicales fueron concretos y no demasiado extensos para no abrumar a oídos prontos a someterse a tres horas y media de excelente música.
 
La riqueza de estos encuentros podría incrementarse si, en lugar de ser meramente informativos, se abrieran al debate y a la participación de un espectador activo.
 
Empanadas en un banco de la plaza de por medio, ingresamos  por Viamonte y nos dispusimos a subir los cinco tramos de escalera que nos separaban de nuestros asientos en el primer lateral de Tertulia.
 
La puesta estuvo muy lograda, se destacaron la maravillosa interpretación de la orquesta (aunque, para mi gusto, por momentos ocultó demasiado las voces, sobre todo en el primer acto) y la interpretación de Iris Vermillon como Die Amme, impactante a nivel vocal y actoral.
 
La puesta, a cargo de Andreas Homoki y minimalista al extremo, pretendía potenciar el abundante simbolismo de la obra y la libertad interpretativa. Si bien el espacio utilizado del escenario fue reducido, no parecía viable el despliegue en la total amplitud del mismo, simplemente para que la escasa escenografía no se pierda entre las tablas.  
 
Parece imposible que, en una producción de este nivel, detalles nefastos y previsibles puedan opacar la noche, pero escuchar los ruidos del detrás de escena en medio de los interludios mientras cambiaban la escenografía es inaceptable. No sé cómo, pero son cosas que se deben resolver. Paradójicamente, la sombra de Die Kaiserin fue visible a lo largo de los tres actos. Sí, está bien Homoki resuelve marcar con el color del vestuario las transformaciones y pasajes de los personajes entre un universo y otro, dejando la sombra en un segundo plano; respeto su interpretación pero, igualmente, la sombra me incomodó.
 
¿La desventaja del minimalismo? Si bien se puede ganar en libertad de interpretación, se pierde significación en ciertas escenas con marcas concretas en el libreto. Por ejemplo, en el tercer acto escuchamos a Die Amme diciendo “ayúdame a separar la barca de las rocas” mientras simplemente camina justo a Die Kaiserin.
 
El personaje de la mujer de Barak me pareció estereotipado, me encontré con rasgos agresivos demasiado remarcados en relación a los hermanos de Barak y con un vínculo poco claro con éste, donde el cansancio y la frustración que ella experimente en relación al matrimonio no eran del todo evidentes a nivel actoral.
 
Resultó muy rico el desarrollo de ciertos personajes secundarios, como los hermanos de Barak o el mensajero, a partir de su permanencia en escenas en las que, en realidad, no participan.
 
En general fue una muy buena interpretación de una obra tildada de compleja con detalles que, si bien no la opacaron del todo, quitaban la atención del espectador de lo central: la calidad del elenco y el desempeño de la orquesta.
 
Un dato de color: si la casa se reserva el derecho de admisión, podrían haber echado a patadas al sujeto que, sentado a mi lado, creyó que el jabón imposibilita la correcta apreciación de la ópera y decidió evitarlo durante tres semanas antes de la función. 
Y se va la segunda...
 
noche de festejo de los 50 años de Rayuela. La propuesta del 28 de junio parecía ir un poco más en serio que lo de Reino Crepuscular; la fotito de Facebook prometía liberación de libros (dejás uno y te llevás otro), jazz, lecturas de Rayuela y charla con Ana María Shua y compañía (Gabriela Cabezón Cámara y Luisa Valenzuela) en la Biblioteca Cortázar en Palermo. 
 
19:30 arrancaba el jazz, a las 19:00 el hall estaba más congestionado que General Paz a las 8:30 un martes y se escuchaban cosas como “no señor, la cola da la vuelta para allá, no se cole”, “aplaudamos así nos abren la sala”, “nos va a pasar lo de No se culpe a nadie pero sin pulover”.
 
La gente se agolpaba en la vereda, la puerta estaba cerrada hacía rato. Finalmente dieron sala y las sillas no alcanzaron ni para la mitad de los asistentes, algunos ni siquiera pudieron ingresar parados. 
 
Presentación, agradecimiento, oh cuánta gente, oh qué maravilla. Teclado, guitarra y un contrabajo que hacía ruidos extraños (corroboré con opiniones musicales más calificadas que la mía que esos “tiqui-tiqui” no eran intencionales) se tocaron un temita y después sirvieron de fondo a los fragmentos de Rayuela elegidos y leídos por Diego Paszkowski. No faltaron el 7 y el 68, ovacionados por un público amante de los clichés (por haberse convertido en clichés no dejan de ser maravillosos, se entiende; pero a veces somos tan básicos). Obviamente cualquier fragmente de Rayuela me hubiese dejado conforme, así que no sé qué tanto puede valer que diga que las elecciones fueron satisfactorias. Paszkowski estuvo suelto, se permitió algún chiste y después se sumó a tocar para el cierre. 
 
Llegaron Shua y compañía. Bien llevada la mesa por la moderadora Susana Reinoso aunque podría haber sido más dinámica. Seamos justos, un público insoportable impidió la continuidad aplaudiendo después de todas y cada una de las respuestas de las tres escritoras. 
 
Una Ana impecable cantó la justa. Valenzuela comentó interesantemente pero mostrando una incondicionalidad que la hizo defender a Julio como una madre a su hijo (y conste que yo no soy ninguna imparcial a la hora de hablar de Cortázar) y Cabezón Cámara no sumó demasiado.
 
Muy lindo todo, excepto que el público no pudo participar del debate por cuestiones horarias y, cosa fatídica, el sorteo de la Obra Completa benefició a un señor que, claramente, no se lo merecía (como todo el resto de los asistentes que no eran yo).
 
Volví a casa con una mochila llena de libros que sobraron de la liberación y que un amable señor nos invitó a tomar porque “si no quedan acá al pedo”. 
che sembri un incidente
 
Domingo 21/7, 16:55. Con mis impulsos asesinos clamando justicia, abandono la entrada de mi impuntual acompañante a la tutela del personal de la entrada de Tucumán. Imaginando las muertes más dolorosas para el sujeto en cuestión, subo por escalera los seis pisos que me llevarán a un Paraíso repleto en el que ya sólo puedo aspirar a una segunda fila y a respirar en la nuca del canoso de adelante. 
 
El primer una vela! del coro operó como sedante para poder disfrutar de tres horas de un Otello un poco accidentado pero que superó mis expectativas. 
 
La puesta en escena de Cura me pareció ingeniosa. La plataforma giratoria le dio continuidad a las acciones de los personajes y permitió, desde lo escénico, resaltar ciertos rasgos de los mismos. Esto fue puntualmente visible e interesante en cuanto a Iago, el único capaz de moverse por fuera del reino de la plataforma y, con sus artilugios, dirigir las acciones de los demás protagonistas.
 
Álvarez construyó un genial Iago y Giannattasio fue una Desdémona conmovedora desde su primer intervención hasta su muerte, ganándose la ovación del público luego de su aria del cuarto acto que, particularmente, me dejó la piel de gallina.
 
En el tercer acto la mencionada plataforma no quiso girar. Los privilegiados de paraíso lo supimos antes que nadie por el comentario de un veterano iluminador a su handy: “se cagó el disco” . Cerramos telones, esperamos, anunciamos el inconveniente, abrimos telones y retomamos. Las palmas de Cura, cayendo pesadas sobre las piernas al salir de escena, nos dejaron saber que esta vez tampoco habían querido moverse los rulemanes. 
 
Sí señores, kaputt el disco y a girarlo a mano con telón cerrado entre acto y acto. 
Incidente aparte, se siguió y se concluyó espectacularmente. 
 
Emilia fue la otra que supo conmover, sobre todo con su grito de Assassino!. Cuestionable la decisión de Cura de matarla en manos de Iago al final del cuarto acto y de dejarlo a éste moribundo por el ataque de los hombres de Otello.
 
Se habló de un Cura desafinado en su rol vocal y de una orquesta dirigida con falta de expresividad, mi oído inexperto no lo notó. 
 
Bajé los seis pisos en silencio, odiándome por no haber comprado entradas para otra función más y odiando a Verdi por no haber compuesto un Otello más largo. 
Pochoclera
 
Si hay algo que evidencia mi debilidad son los pochoclos. Invariablemente a la pregunta ¿compramos otro?, mi lengua se contornea, convencida, en un voy a picar algunos nomás. Pero una vez que me acomodo en esas pegoteadas butacas que son testigo de tantos culos anónimos, una mano se descontrola en su rol de intermediaria y corre desesperada de la boca al balde que se vacía a un ritmo espeluznante. 
 
Se trata de una voracidad ajena a cualquier tipo de voluntad consciente que me deja barnizada de pochoclos abortados y rodeada de asientos vacíos (seamos realistas, el espectáculo que ofrezco da más asco que los poemas de los chocolates Dos corazones; entiendo a la gente que se corre). 
 
Todavía no se apagaron las luces y el balde ya pide el cambio entre gritos agónicos. Lo masacré. 
 
Con los dientes llenos de pasta pochoclosa disfruto de una muy divertida Mi villano favorito 2. Los minions se roban la película y me dejan, literalmente, llorando de la risa con su última canción.
 
Mejora el panorama el que haya sido una salida familiar (ergo indolora para mi bolsillo) y el kilo de helado que nos compramos después. 
 
Conclusión: un lunes más que satisfactorio. 
BIG BANG! personalizado
 
Me gustaría poder deslizar un lo sospeché desde un principio, pero no, hasta que no estuve parada en fila recibiendo la venda para los ojos no supe que la función sorpresa que me habían prometido era Big Bang sensorial. 
 
 
Hacía meses que me moría por ir (y conste que no digo verla, seamos técnicamente precisos).
Como creo que la primera fila del infierno la ocupan los mala leche que cuentan el final de libros, películas, obras y etc., me voy a mantener fuera del terreno del detalle (si me toca el infierno espero que sea por motivos más divertidos). Es increíble que se pueda viajar de esa manera y experimentar tantas sensaciones en una hora y media prescindiendo del estímulo visual. La tentación de espiar dura, aproximadamente, entre 2 y 3 minutos (puede alargarse en casos de ansiedad más cronificados); si lográs aflojarte y realmente dejarte llevar, la experiencia te obliga a entregarte y a querer que no se termine nunca. Se trata de un viaje particular y único que nos muestra lo mucho que podemos ver con los ojos cerrados
 
Cuando una voz soltó un “ya pueden sacarse las vendas” me hice la que no escuché pero no pude hacerme la boluda mucho tiempo más y tuve que irme, con la promesa a mí misma de volver si me porto bien. 
 
Fijaciones varias
 
Hacía como un mes que me acosaba La idea fija, me cruzaba con críticas, con menciones en festivales…hasta que me cansé y dictaminé “antes de que termine la temporada (de despedida) tengo que ir”. El dictamen terminó por convertirse en un “reservé para mañana”

Domingo 19.00 hs, momento perfecto de la semana para exponerse a la creación de Rotemberg e irse a cenar con la familia cuestionándose la sexualidad en todos sus aspectos. 

La idea fija conmueve, golpea un poquito y no te pide perdón, te arroja la sexualidad encima y arreglate; pero hace todo esto amparada por la danza, el canto, el monólogo y hasta, por momentos, el humor. 

La idea fija transmite la muerte del erotismo a manos de la exacerbación de lo pornográfico, del vacío, del consumo en detrimento de la verdadera sexualidad. Nos enfrenta con la pérdida del goce, del disfrute del otro y de uno mismo. Una propuesta comprometida y original que moviliza la problematización de aquellas ideas a las que estamos fijados como buenos occidentales que somos. 
Combatiendo la dictadura de la gravedad
 
Cine Gaumont Espacio INCAA Km0: $8 la entrada y geniales películas en cartel. Una de ellas Paisajes devorados y, obviamente, dos noches consecutivas estuvieron destinadas a trasnochar con Subiela.

Sublime, la película moviliza desde su trasfondo filosófico y de crítica. El personaje de Birri, maravillosamente compuesto por este, problematiza la definición de la locura y la cordura, la relativización de la realidad, la función del cine (extendible al arte en general para mi gusto), el deseo personal y su lugar en el discurso de la sociedad, la mediocridad y otros tantos temas que Subiela toca con una sensibilidad admirable; haciendo hablar a Birri desde el humor, la ironía o la angustia. 

Una vez más Subiela emociona con una película que trasciende sus 75 minutos de duración y sume al espectador en cuestionamientos que me parecen esenciales. 

Puntaje: para gastarla de tanto verla. 
Más allá de lo alternativo
 
Ya ni me acuerdo dónde fue que encontré Topos, la cuestión es que la obvia consecuencia de ver el trailer fue salir esa misma noche a verla y terminar conociendo No Solo En Cines.

No Solo en Cines se presenta como un circuito alternativo de exhibición de cine argentino. Más que alternativo, sería alternativo a lo alternativo, un espacio totalmente autogestado y autogestionado por fuera del circuito de la sala tradicional, el par de semanas en cartel y el posterior “buena suerte, chau chau”. El cine parece estar clasificado en dos grandes grupos: el industrializado producido y consumido masivamente y el alternativo, el independiente, el que vamos a buscar muy contentos a los espacios INCAA, al BAFICI y al MALBA. ¿Está todo el cine contenido en estos dos conjuntos? Obviamente no. ¿Qué pasa con las creaciones que se caen de esta clasificación, por falta de presupuesto, falta de publicidad, falta de conformidad de los grandes interesados? Básicamente nunca nos enteramos de que existen. ¿Está bueno eso? Para nada y es una realidad del arte en general. 

Un día tomamos al arte en nuestras manos, miramos en sus ojos relampagueantes y lo enjaulamos. Lo enjaulamos porque lo enjaulado se controla mejor y lo que se controla mejor se puede convertir fácilmente en un producto, en un objeto consumible. He ahí una cuestión, el arte no se puede consumir, al momento en que lo objetivamos para poder ponerle mayonesa y tragarlo lo perdemos en tanto arte. El arte no es un producto ajeno al sujeto creador y generado en función de que otro sujeto consumidor se lo lleve a su casa por un par de moneditas. Seamos claros, no cualquier cosa que aparece en formato libro o película es arte. Hay más arte en un tipo cortando el pasto que en la mayoría de los best-sellers y las películas “aclamadas por la crítica” que nos bombardean. Y con este organizado sistema las películas se van a ver al cine, los libros se compran en la librería, las artes plásticas están en las galerías, el teatro en la calle Corrientes y nosotros, pobres mortales, nos quedamos en casa salvo que haya BAFICI porque estamos convencidos de que ahí, y sólo ahí, hay buen cine. 
Afortunadamente también hay mucha gente con geniales propuestas y, en este marco, son cada vez más los artistas que, con su obra abajo del brazo, salen a buscar caminos para hacérsela llegar al público sin intermediarios innecesarios. Figura central en este partido: los centros culturales. Pequeños oasis de mezclunes varios con ofertas para todos los gustos: bandas, literatura, muestras, teatro, comida, cursos, cerveza y cine. Sólo les falta vender pasajes a Europa.
Acá hace su entrada No Solo En Cines. La propuesta surge a partir de la película Topos y de la búsqueda de Emiliano Romero, su director, de espacios para exhibirla. Evidentemente él se dio cuenta de que en los centros culturales no sólo faltaban paquetes turísticos, sino que también faltaba cine nacional de estreno, punto para él. Un año después, No Solo En Cines se constituye como una propuesta que, no sólo barre con los intermediarios sino también con las barreras invisibles que separan al creador del público. Ofrecen películas nacionales de estreno, cine de calidad, en funciones ambulantes en las que los directores están presentes. Otro punto para él. 
Así como la obra no es una entidad separada de su creador, tampoco puede serlo de la persona que la recibe. Estamos acostumbrados a ser espectadores, a ser ojos, ojos críticos que perciben un objeto, sueltan un “estuvo bueno, che” y ahí se terminó. Creo que, indefectiblemente, al buscar al arte y al recibirlo lo estamos haciendo propio, somos interpretadores, somos parte de esa unidad que antes conformaban el creador y su obra. Propuestas como la de No Solo En Cines destacan esta dimensión y la explotan. Le echan al mero espectador en cara la obligación de involucrarse, de responder, de mirar a un director y decirle qué le movilizó su obra, de escucharlo hablar del proceso de creación, de y participar en la creación y promoción de estos nuevos espacios tan necesarios. 
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