Yo no sé de andar con poesía ni colorearte las nubes grises de cálidas tinturas o dejarte correr estrellas entre los labios con cada beso. No puedo abrigarte con misterios y pasiones como de cuentos de hadas, aquí sólo hay un pecho y manos ansiosas por contrarrestarte el frío, sin magia enfrascada, sólo pétalos que terminen entre la pila de libros. Y no voy a romantizarte, porque seamos honestos: estoy jodida. 

Tus ojos no son un cúmulo de constelaciones ni tus brazos mi templo, nunca has representado las frescas lluvias de verano que son portadoras de la vida. Más bien eres como la tormenta que se instala inesperada a causar estragos en mi cabeza. 
Soy pésima para contar las veces que me pregunto por ti, porque he estado necesitándote un poco, aquí a mi lado, sentada para mirarnos las manos y jugar con tus dedos entre preguntas cotidianas. 

Platícame de tu vida, la comida que detestabas de niño y cuántas veces caíste de un árbol. Háblame en francés, en italiano, en ese lenguaje que podemos crear sólo para nosotros. Y cómo me encanta emplear el "nosotros", hasta para las cosas más pequeñitas porque implica un tú y un yo, uno implícito y que hace más llevadero el imposible que me representas. 

Me quedo ahí en la azotea. Intentando alcanzarte y logrando sólo admirarte, en silencio, callada con la música de fondo, esa que te gusta tanto y me has mostrado un par de veces. La tengo guardada porque me sabe a ti.

Entonces ya no sé cómo llamar a todo esto que me disparas en el pecho. De qué manera definir lo que revuelves con tus historias que atesoro en un cofre para escucharlas de nuevo cuando no estás. Ya te imaginarás lo gastadas que se encuentran. 

Podría decir que te quiero: te quiero. Y si lo pienso no dos ni tres veces sino cinco u ocho, sí, efectivamente te quiero. Debes creerme, te tengo aquí en el pecho. Me importa un carajo que tu corazón esté anidado entre pajarillos de colores, que vamos, este sentimiento es mío y lo pongo donde se me dé la gana. Si vas a necesitar razones elegiré tu andar y palabras certeras. Compañía tibia. Pensamientos acompañados de los gestos traviesos. Manos que desordenan el cabello. 

Todo me arrastra a donde tú estás. O quizá soy yo quien arrastra todo a donde estás tú. Mares, montañas, bares de carretera y montículos de nieve. Estoy sumergida y muy perdida. Porque no sé nada de andar conquistando y regalarte acertijos. Pero me desnudo el alma, y te lo digo directo: quiero besarte. Dejando lo premeditado y sistemático, quiero besarte. De cualquier manera, continúo jodida y queriéndote.


Ruleta rusa
Published:

Owner

Ruleta rusa

Published:

Creative Fields