Por último, tenemos los hipogeos, galerías subterráneas como las encontradas en el Valle de los Reyes que sustituyeron las mastabas y pirámides durante el Imperio Medio, estaban decorados con pinturas que aludían a la vida eterna, escenas de la vida del difunto, así como alusiones a la vida en el "más allá". La que se puede observar a continuación, perteneciente a  Tausert y Sethnajt, se encontraba ubicada en el Valle de los Reyes, al igual que la de Tutankamón. Ésta contaba con un gran despliegue de arte en su interior, se puede observar en todas sus paredes, columnas y techos, imágenes y textos pertenecientes al Libro de los Muertos. Se pueden observar pasajes del libro que relatan las pruebas que tendrá que superar el difunto en el más allá, las indicaciones que debe seguir para asegurar la vida eterna, entre otros.

El Templo de Ramses III (Imagen 3)

Estos tres tipos de arquitectura fúnebre, siendo todas tumbas, tenían una gran importancia al ser consideradas “casas para la eternidad”, el lugar donde el difunto descansaría eternamente y el espacio donde su cuerpo y alma serían protegidos para poder alcanzar el más allá. Eran diseñados de manera compleja, con trampas que intentaban evitar el robo de las pertenencias del muerto, pertenencias que al fallecer la persona sería capaz de utilizar en la otra vida. Sin estas complejas edificaciones, los cuerpos y almas del difunto corrían el peligro de ser incapaces de lograr pasar las pruebas que el más allá les preparaba, era en estos lugares donde, además de ubicar el cuerpo, se colocaban junto a él objetos como El Libro de los Muertos, elementos de protección, pertenencias personales, entre otros.

Estas edificaciones tenían una gran importancia, al ser el lugar donde descansaría el difunto para toda la eternidad, debía ser un lugar que fuera complejo de perpetuar y que no pusiera en peligro el alma del difunto. Al ser su segunda vida, eterna, también lo tenía que ser su lugar de descanso, tenía que ser capaz de resguardar el cuerpo y alma del muerto para toda la eternidad.

Como segundo argumento se hablará del conocido Libro de los Muertos, utilizado entre 1.540 y 60 A.C., fue una obra fundamental de la cultura del antiguo Egipto, contenía las especificaciones, tanto escritas como representadas con pinturas, que el difunto debía seguir para asegurar su paso al más allá. El texto consistía en una serie de conjuros mágicos destinados a ayudar a los difuntos a superar el juicio de Osiris, asistirlos en su viaje a través del inframundo, y viajar al Aaru, en la otra vida. El precio de este texto era de un deben de plata, la paga de la mitad de un año de un campesino, sin embargo, el valor de éste era incalculable. Las personas estaban dispuestas a pagar lo que fuera necesario con tal de asegurar su paso a la otra vida, “las fórmulas se inscribían en rollos de papiro y en las vendas de lino de las momias, las paredes de las tumbas, los sarcófagos y los elementos del ajuar funerario del difunto. Sin ellas, la persona fallecida podía sufrir una segunda muerte que significaría su total aniquilación.”5 El libro abarca contenidos como los relatos de las pruebas que tendría que superar el muerto, “creían que el difunto emprendía un viaje subterráneo desde el oeste hacia el este, como Re, el sol, que tras ponerse vuelve a su punto de partida. Durante ese trayecto el fallecido, montado en la barca de Re, se enfrentaría a seres peligrosos que intentarían impedir su salida por el este y su renacimiento.”6

El libro, por lo demás, narra el proceso de juicio al alma, momento en que el Dios Osiris junto con un tribunal conformado por 42 jueces, procedía a evaluar su vida. Se colocaba el corazón del difunto en una balanza, por un lado, el corazón, y en el otro, la pluma de Maat, símbolo de la justicia. 

Juicio del Alma (Imagen 4)