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Reportaje: "Nunca pensé trabajar de forma ilegal"

“Nunca pensé trabajar de forma ilegal, pero no hay más alternativas”

La historia de esta mujer refleja la situación de miles de personas que por causa de la pandemia del COVID19 se han visto afectadas y vulnerados sus derechos fundamentales. El sector de la belleza es uno de los más afectados en este tiempo.
Por Laura Pardo
Fotos: Laura Pardo.

Patricia, una mujer de 46 años, ha trabajado desde hace 14 años en el gremio de la belleza, durante este tiempo ha logrado sacar a su hija adelante gracias a la atención que ha brindado realizando labores de belleza como la manicura, la pedicura y la depilación. Actividades que han logrado que muchas mujeres y hombres se sientan a gusto con su cuerpo y han cuidado de su estética y limpieza corporal.
Sin embrago, ella como un millón de ciudadanos en Colombia - según los censos del DANE -que se dedican a esta labor de cuidado, se han visto perjudicados directamente por las medidas de seguridad que se implementaron tras la pandemia del COVID 19.

La cuarentena obligatoria no ha permitido trabajar a miles de personas que han prestado su servicio durante años en el sector de peluquerías, estéticas, cuidado personal en general. El gran problema recae en la dificultad de llevar a cabo las prácticas tradicionales en su atención, ya que siempre se necesita un contacto directo con el cliente para cualquier servicio y la prohibición durante este tiempo ha sido precisamente tener contacto físico.

Las nuevas medidas de bioseguridad que se volvieron obligatorias para salir a las calles han estado siempre presentes para la prestación de servicios del sector de la belleza; kits desechables, guantes quirúrgicos, uniformes anti fluidos y tapabocas, son implementos cotidianos para la protección. En la depilación, por ejemplo, todo debe ser desechable y constantemente han procurado cumplir al máximo con los requisitos que les han pedido.

Patricia se ha visto altamente afectada por esta crisis, no solamente porque se ha prohibido el contacto corporal y el ejercicio de su profesión, sino también porque 15 días antes de la cuarentena obligatoria había empezado un nuevo proyecto, había comprado un gran salón de belleza en la zona en la que ha trabajado la mayor parte de su profesión. Un sueño que todo trabajador anhela, independizarse y montar su propio negocio.      
Como muchos colombianos llenos de visiones y esperanzas, Patricia tuvo que endeudarse para conseguir cumplir su objetivo, sin saber que no podría obtener ganancias de su primer mes de trabajo.
“Cuando nos dijeron que nos tocaba cerrar fue muy repentino, muy difícil porque trabajamos el día a día, es muy difícil porque no tenemos ahorros, un sueldo fijo, entonces es muy difícil”
Nunca hubiera imaginado que una pandemia sería aquello que se interpondría en su camino; pero como toda mujer guerrera y esperanzada de sacar adelante a su hija decidió seguir trabajando, pero ahora tendría que hacerlo en la clandestinidad.
Allí estaba, oculta en su propio negocio atendiendo a sus clientes más fieles, quienes decidieron apoyarla en estos momentos de crisis siendo aún un riesgo para ambos; pero las alternativas son pocas y el hambre no da espera.
De todas formas, su empleo sigue siendo un servicio a la sociedad y no está haciendo ningún daño a nadie. Algunos clientes que prefirieron no ser atendidos, pero querían colaborarle acordaron enviarle dinero y postergar el servicio para cuando todo mejore; un gesto de solidaridad y además de confianza con Patricia.
“A algunas las atiendo a puerta cerrada, pero es un secreto, porque yo sé que si me llegan a descubrir me pueden multar. Estoy corriendo ese riesgo porque igual debo responder, con la inmobiliaria llegamos a un acuerdo con el arriendo, pero los servicios, la comida, tengo que pagar intereses de la plata que me prestaron para comprar la peluquería, ha sido muy difícil estar en pie, y nosotros somos el gremio que al parecer nos van a dejar de últimos, porque tenemos mucho contacto con los clientes, no sé como vamos a hacer”.

Según Patricia es el gremio al que menos soluciones le han dado. Así como ella, varios de sus compañeros sienten la falta de apoyo y ayuda del gobierno, ya que estas ayudas han llegado a muy pocos. No están pidiendo que les regalen ni mucho menos, pero si quieren respuestas que den soluciones rápidas y efectivas, que permitan llevar los bienes básicos a sus hogares. Aparte, el negocio de las peluquerías y salas de belleza mueven $300.000 millones de pesos al año y para este 2020 se esperaba un crecimiento del 15% -según la Cámara de Comercio de Bogotá-. Lo que implica no solo una pérdida para los trabajadores del gremio, sino también una caída significante para el movimiento económico del país.
“El gremio de la belleza mueve mucha clientela, porque a pesar de la crisis, de la pandemia, las mujeres somos muy vanidosas…Ha habido clientes a las que les escribí que estaba atiendo y de una dijeron que si. Somos un gremio donde el trabajo de nosotros es muy apetecido a pesar de todo y hay muchas personas que me dicen: prefiero arreglarme las uñas o el cabello, que ir a un cine, a un centro comercial”
Por esta razón, Patricia considera que deben salir al mercado, salir a trabajar, pues en general todo el sector de la belleza se mueve bastante.
Según Raddar, una organización dedicada a la medición de consumo en los hogares, por medio del estudio del comportamiento por tendencia de compra y consumo de las personas, en el 2019 las peluquerías generaban $2,6 billones de pesos y representan el 36% del consumo de Colombia, pues al menos, al mes una persona por hogar utilizaba el servicio de belleza. Otra estadística sobre el negocio de la belleza por parte de Euromonitor, empresa dedicada a la investigación de base de datos y porcentajes del consumo, demostró que en el 2018 el negocio de los cosméticos, incluidos los insumos para los salones de belleza, daban un alcance de US$3.186 millones y diagnosticaban que para el 2020 subiría a US$3.259 millones, pero esta cifra ya no es la misma, y los insumos tampoco se están moviendo ya que no hay quien trabaje con ellos por la prohibición.

Por su parte, Patricia tiene guardados varios insumos para su trabajo, entre cera, sábanas desechables, esmaltes, kits desechables, porque cuando compró la peluquería se encargó de estar bien abastecida, entonces por el momento, mientras ha estado trabajando en la clandestinidad no ha necesitado conseguir insumos para trabajar. Sin embargo, esto también se debe a la poca demanda de clientela, pues afirma que realmente no hay clientes para trabajar y que la gente no quiere, tiene miedo. En la semana como máximo está atiendo a tres o cuatro personas y la totalidad de ellas han sido mujeres, los hombres no han pedido el servicio hasta el momento.
“Las pocas personas que he atendido dicen que ir al salón ha sido lo mejor, arreglarse. Me dicen: “si yo cumplo mis protocolos de bioseguridad y tú cumples los tuyos, no veo ningún inconveniente” … Las clientas antes de esta pandemia daban beso, abrazo, siempre salen muy agradecidas del trabajo, muchas me lo dicen, “me voy muy bonita”, “me subieron el ánimo” … Ahora cuando las atiendo solo es con el hola y el chao, esa es la parte más rara; pero tanto ellas como yo lo hacemos porque sabemos que no se puede y nos decimos “pronto ya nos volveremos a abrazar”

Mientras Patricia está trabajando en la clandestinidad, se siente, sola, angustiada, a veces triste. Saber que solamente va a atender a 4 personas en la semana es lo que le parece más difícil, “muy difícil”, dice ella con la voz entre cortada.
En ese momento pienso en la peluquería a la que solía ir, llena de clientes, todos en sus respectivos lugares siendo atendidos por varias personas dedicadas a explotar la belleza, otros cuantos esperando el turno mientras están sentados en un sofá que se ve muy cómodo y con un par de revistas para que la tan anhelada espera no se haga eterna.
Me imagino también la sensación de soledad y angustia de Patricia sentada en una sala amplía y vacía, esperando con nervios a alguien que quiera ponerse bello para sí mismo, para disfrutar de su belleza en casa, todo porque no se puede salir, o muy poco.
Me la imagino pensando en que lo que está haciendo está mal desde hace un mes para acá, pienso que debe sentirse impotente porque nunca quiso cometer delitos o que su trabajo estuviera ligado con alguna actividad prohibida por la ley, pero hoy se da cuenta que al ser techada su labor como ilegal, debe olvidarse de eso y hacerlo para poder vivir.

“No estoy haciendo nada malo, estoy trabajando, estoy prestando un servicio, no estoy enferma, luego no estoy contagiando a nadie ni nada, pero es difícil. Lo que me tiene un poco baja de nota es que adquirí el salón. Es la ilusión de cualquier persona…Yo decía este va a ser el negocio, igual todavía lo pienso, yo sé que este es mi negocio y todo, pero pues ahorita la incertidumbre es esa, saber hasta cuándo puedo volver a trabajar, qué va a pasar, eso es lo duro, pero gracias a mis clientas, estoy eternamente agradecida. Tener mi salón cerrado, no, muy duro y saber que yo en el día veía cualquier cantidad de personas y ahorita en el día no veo ni una, eso si ha sido duro. Toca en la clandestinidad. Espero que pronto nos dejen trabajar.” Dice Patricia.

Como Patricia, hay varios casos de trabajadores del sector de la belleza que están muy afectados; como el caso de Giovanny, quien ha trabajado durante 25 años en este sector como estilista integral en peluquería y ha buscado nuevas formas de seguir adelante, seguir con su empleo como, por ejemplo, hacer domicilios a los clientes que le permiten trabajar en esta época de aislamiento. Sin embargo, nos cuenta que cada que sale de su casa siente temor de contagiarse y aunque preferiría no hacerlo, no tiene otra alternativa, pues el único sustento se lo da su profesión. Otro caso es el de Jhoanna, con 39 años y un hijo de 16 por el que responde, aunque ella ha pedido ayudas del gobierno y se ha inscrito en varios programas para recibir mercados o donaciones, no ha sido posible encontrar dicha ayuda. La cuarentena ha sido un gran problema para ella, pues no ha podido pagar arriendo. Para cuestiones como la comida y los gastos de la casa, ha tenido que pedir ayuda a sus padres, quienes en principio recibían ayuda de ella.

Ellos han pensado en varias opciones para poder trabajar. Una primera opción y la que hasta ahora ha sido la más complicada es por medio del domicilio, prestar este servicio en la casa de sus clientes. Pero hay varios puntos de vista, tanto positivos como negativos.

Los positivos son la posibilidad de ganar más dinero, pues no tendrían que darle ningún porcentaje de su trabajo a un salón de belleza. Esta modalidad también permite generar fidelización con sus clientes, quienes los verían como un trabajador más cercano.
Pero los negativos no permiten que ésta sea una pronta posibilidad en el marco de la pandemia, pues se corren riesgos para ambas partes al momento de transportarse por la ciudad, teniendo en cuenta que el virus puede estar en cualquier superficie. Otro punto negativo es el impedimento de entrar a varios conjuntos, pues se ha prohibido la entrada de personas que no sean residentes, lo que disminuye la demanda de clientela. 
Otra opción que han pensado es abrir los salones de belleza y permitir la entrada únicamente de 3 o 4 personas a la vez, tomando una distancia prudente y utilizando todas las medidas de bioseguridad que se necesitan; de esta forma los trabajadores del sector podrían turnarse para cumplir sus responsabilidades laborales. Además, a diferencia del domicilio, en el salón hay más oportunidades de trabajo, pues son más clientes los que asisten frecuentemente.

Hasta el momento el gobierno no ha dado soluciones que promuevan el trabajo de este sector y cada día se vuelve más agobiante y complicado conseguir dinero para satisfacer las necesidades básicas de miles de familias, las cuales dependen económicamente de esta actividad.
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