Fotografías abstractas en las que intervienen procesos químicos del mítico club nocturno Berghain de Berlín. Ahí se prohíben las cámaras de cualquier tipo así como la entrada de personas que no pasan por el escrutinio insensible y sin reglas del centinela. Epicentro del techno o música lisérgica que acentúa los sentidos notablemente a través de elementos sónicos, en Berghain la filosofía se convierte  en hedonismo universal que trasciende sexualidades, países y cultura. Precisamente la obra de Lautaro captura ese ambiente en su totalidad, lo que se percibe en la oscuridad de fiestas idólatras: el culto al placer y a todo tipo de prácticas sexuales. Imágenes de Rayografías que no requieren cámara, de luces que el cerebro humano interpreta desde el libido. Imágenes reveladas con orina del club cuyos líquidos las harán desaparecer con el paso del tiempo.

 

 

 

 

Lautaro parece no resignarse a que la fotografía pierda su capacidad  estética pero para eso es consciente de que la abstracción es un posible camino que nunca debe abandonar su preocupación por las condiciones en las que es producida. Al volver a los métodos tradicionales de la fotografía analógica, Bianchi carga al objeto de una inestabilidad matérica que hace que sus imágenes sean incontrolables por su opacidad y no por responder al tipo de disciplinamiento organizacional al que los cuerpos y sus fluidos son sometidos durante las largas jornadas de éxtasis. La prohibición de sacar fotos en Barghain hacen que nos preguntemos si las fotos son ejercicios fotoperiodisticos a escondidas o ejercicio formales en el cuarto oscuro, un cuarto oscuro que se diferencia del de Berghain porque se reserva la resistencia que brinda la alegoría y la ficción desestetizada.