Una joven muchacha, limpiaba la sangre que había salpicado a su rostro, después de haber atacado a un hombre con un hacha, cortando su cuello y propiciando su muerte por asfixia con su propia sangre.

—Tal vez debería irme, ¿Lo crees? —interpeló Rowen, a punto de huir de su repentina boda.

—Debes irte, asesinaste a tu esposo —contestó Layon, hermano mayor de Rowen, y al parecer, el único testigo de lo que acababa de pasar.

—Ese no era mi esposo, nunca nos casamos —contradijo Rowen—, y además lo odiabas, igual o más que yo —Completó Layon.

Ambos rieron, Rowen soltó el arma homicida, y Layon sacó un pañuelo blanco para terminar de limpiar la sangre del rostro de su pequeña hermana.

Christian sostenía de los hombros a Moira, ella sabía que ya no podía seguir con su farsa.

—Tienes razón, mi amor, ¡yo las asesiné, a todas y cada una! ¿Y sabes qué? Disfruté hacerlo, porque se lo merecían, ellas se acercaron demasiado a él y tú sabes por lo que pasé con él —expuso ella.

—¿Cómo puedes ser tan cínica? Yo te amo más que a nada en el mundo y siempre te protegí ante las acusaciones que Tatiana lanzó en tu contra, confié en ti y solo me estabas utilizando para acercarte a Víctor —reclamó aquel mientras enjugaba sus lágrimas—, tu obsesión por él llegó a los límites de la locura... necesitas ayuda Moira y aunque no me ames como yo a ti, te amo lo suficiente como para entregarte antes de que sigas condenándote.

—No lo hagas cariño, no tienes derecho a hacerlo —advirtió Moira sollozante.

—¿Tú tenías el derecho de torturar y asesinar a todas esas mujeres del periódico? —contradijo Christian señalando el portafolio sobre la mesa.

Moira guardó silencio y observó como su acompañante se marchaba.

—Pagarás todo lo que has hecho —concluyó él.

Antes de lograr marcharse, ella se movió ágilmente a sus espaldas y con un rápido movimiento, clavó en su cuello la jeringuilla que había preparado antes de la cena.

—Lamento mucho informarte querido, pero yo no voy a pagar por absolutamente nada, Lorena hizo bien su tarea y ahora, el responsable de todas esas muertes, eres tú —declaró aquella, con una sonrisa radiante.

—

—

—

—